Oct 20, 2014
1. 371.- La herradura vieja
Un campesino fue un día con su
hijo Tomás a la ciudad. En el camino divisó el padre una herradura
vieja y, al verla, dijo al niño: “Recoge, Tomás, esa herradura que
está en el suelo y guárdala en tu bolsillo” “No vale la pena
agacharse por tan poco”, respondió Tomás.
Sin contestar una
palabra, tomó el padre la herradura y la guardó en su bolsillo. Al
llegar a una aldea vecina, la vendió al herrero por sesenta
centavos y con este dinero compró cerezas.
Padre e hijo
continuaron después su camino. El sol quemaba mucho. En ninguna
parte se divisaba un árbol o una casa donde acogerse. Tomás casi se
moría de sed y a duras penas podría seguir a su padre.
Este dejó entonces
caer como por casualidad, una cereza. Tomás la recogió, como si
hubiera sido oro, y se la echó a la boca. Algunos pasos más
adelante, dejó el padre caer otra cereza. Tomás la recogió con la
misma avidez. Y así continuó hasta que hubo recogido todas las
cerezas. Cuando se hubo comido la última el padre se volvió hacia
él y le dijo: “si te hubieras agachado una vez para recoger la
herradura no habrías tenido que agacharte cien veces para recoger
las cerezas”.